domingo, 8 de marzo de 2015

Martha Nussbaum


Si Simone de Beauvoir fue la filósofa por excelencia de los años 40 y 50, Hanna Arendt la de los 60 y 70 y Zambrano la de los 80 y 90 –al menos en nuestro país–, podemos decir que Martha Nussbaum es la filósofa por antonomasia de estas últimas décadas. Pero además, el último Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales no es solo una de las pensadoras más destacadas del momento (junto con Judith Butler, con quien ha polemizado sobre su estilo), sino uno de los filósofos vivos más importantes de Norteamérica (y utilizo el masculino porque incluyo no solo a las mujeres filósofas, sino también a todos los filósofos varones) y una de las referencias imprescindibles de la filosofía contemporánea, junto con Habermas, Vattimo y algunos más.

Una visión diferente a la de los hombres


Nussbaum es una filósofa que ha hecho importantes aportaciones a múltiples áreas de la filosofía, especialmente en el campo de la ética y la filosofía política, pero también dentro del feminismo y la filosofía grecorromana. Su obra refleja la diferencia cualitativa que implica la teoría filosófica hecha por mujeres frente a la que llevaban haciendo los hombres y cómo la incorporación de ciertas temáticas tradicionalmente ignoradas por la filosofía amplían su perspectiva y revitalizan la disciplina. Gracias a mujeres como Nussbaum, la filosofía es hoy una actividad más sólida, más humana (pues incorpora también el punto de vista de la mitad de la humanidad y obligan a la otra mitad a modificar el suyo) y menos moribunda que hace unas décadas.

Martha Craven, pues este era su nombre de soltera hasta que se casó con un judío de apellido Nussbaum del que más tarde se separó (¿hasta cuándo tolerarán las feministas angloparlantes esta discriminación?), nació en 1947 en Nueva York en una familia acomodada. Después de estudiar teatro y lenguas clásicas, se doctoró en filosofía por la Universidad de Harvard, donde impartió clase hasta que, cansada de la discriminación que allí padecía, decidió marcharse a la Universidad de Brown. Actualmente imparte clase de filosofía en la Universidad de Chicago a alumnos de derecho y económicas, teología y estudios clásicos.

Nussbaum empezó su trayectoria filosófica en el campo de los estudios clásicos, como investigadora de Aristóteles y de las escuelas helenísticas, asuntos sobre los que ha publicado dos libros que se han convertido ya en clásicos contemporáneos: La fragilidad del bien: fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega (Antonio Machado, 1995) y La terapia del deseo: teoría y práctica de la ética helenística (Paidós, 2003).

Se adentró en las emociones

A partir de entonces, Nussbaum ha desarrollado un trabajo innovador en el estudio de las emociones, con implicaciones para la ética y el derecho, y que ha dado como fruto dos obras capitales: Paisajes del pensamiento: la inteligencia de las emociones (Paidós, 2008), que es su obra teórica más ambiciosa, no solo por su extensión –más de 800 pág.– y su interdisciplinariedad (combina aportaciones de la filosofía, la psicología, la neurociencia, la ética, la filosofía antigua, la literatura y la música), sino por el intento de revitalizar una visión estoica de las emociones, es decir, de concebirlas como evaluaciones cognitivas que la filosofía moral debería tener en cuenta; y El ocultamiento de lo humano: repugnancia, vergüenza y ley (Katz, 2006), donde la autora ha usado el conocimiento que ha acumulado sobre las emociones en obras anteriores para aplicarlo al ámbito jurídico.


También a la filosofía política ha realizado Nussbaum aportaciones destacables, tanto en un plano teórico como en una vertiente más práctica. En el primer grupo se incluye Las fronteras de la justicia: consideraciones sobre la exclusión (Paidós, 2007), donde analiza pormenorizadamente tres problemas de justicia social que el contractualismo de John Rawls no ha resuelto satisfactoriamente (las discapacidades físicas y mentales, extender la justicia a todos los ciudadanos del mundo y los derechos de los animales) y en el que ofrece una propuesta teórica alternativa que pueda englobarlas: la teoría de las capacidades. Según ella, “para resolver este problema hace falta una nueva forma de pensar la ciudadanía”. Una ciudadanía de tipo mundial o cosmopolita, problema que ya abordó en Los límites del patriotismo: identidad, pertenencia y ciudadanía mundial (Paidós, 1999).

En el segundo grupo se encuentran los libros que ha escrito para divulgar este enfoque entre un público amplio, como Las mujeres y el desarrollo humano: el enfoque de las capacidades (Herder, 2002) y Crear capacidades: propuesta para el desarrollo humano (Paidós, 2012), el último de sus libros traducidos, donde defiende la necesidad de una “contrateoría” que sustituya la teoría vigente de medir el desarrollo de un país exclusivamente por el crecimiento económico generado durante un año (es decir, por su PIB anual), pues está demostrado que esta categoría económica no refleja el desarrollo humano y efectivo que se produce en una sociedad.


Y es que esta profesora no solo ha ampliado el radio de acción de la filosofía, sino que también ha utilizado con profusión en sus obras diversos recursos literarios para presentar de manera más efectiva sus tesis e ilustrar mejor sus argumentos, ofreciendo lo que ella llama un “contexto narrativo”. Por ejemplo, en Paisajes del pensamiento narra los sentimientos que ella misma experimentó al morir su madre cuando ella se encontraba dando un ciclo de conferencias a miles de kilómetros. En La terapia del deseo utiliza un personaje ficticio –una hetaira de nombre Nikidion– para mostrar cómo se practicaba la filosofía en las distintas escuelas filosóficas de la Antigüedad y que podamos así visualizar nítidamente lo que realmente sucedía en las distintas escuelas filosóficas (como si se tratase de una novela), a medida que Nikidion va pasando de una escuela filosófica a otra. Y en Las mujeres y el desarrollo humano nos presenta a Vasanti y Jayamma, dos mujeres indias que le sirven para poner rostro a la injusticia que sufren las mujeres en el mundo, especialmente las del Tercer Mundo, y “encarnar” de alguna forma la propuesta teórica que nos presenta. De hecho, en todos sus libros podemos encontrar numerosas historias reales, anécdotas y casos jurídicos que a cada paso nos recuerdan que la filosofía no puede –y no debe– olvidar cuál es el sustrato básico de su reflexión: el sufrimiento de seres humanos reales, con nombre y apellidos, o de animales con sus propias emociones, necesidades e intereses.

Choque de personas, no de culturas

Nussbaum es también una ardiente defensora de la enseñanza de las humanidades, como lo demuestran El cultivo de la humanidad: una defensa clásica de la reforma de la educación liberal (Paidós, 2005) y Sin fines de lucro: Por qué la democracia necesita de las humanidades (Katz, 2011), dos magníficos libros en los que la autora apuesta por una educación cosmopolita para abordar el multiculturalismo creciente de nuestros países y los graves problemas transnacionales (contaminación, injusticia, etc.) a los que tienen que hacer frente las generaciones futuras. Con igual pasión defiende también el uso de la literatura y las artes como medio para “humanizar” y “desespecializar” a los futuros jueces, abogados y economistas –esa es la tesis fundamental de Justicia poética (Andrés Bello, 1997)– o cómo pueden las obras de arte incitar determinadas emociones que pueden ser muy útiles para la ética, como hace en El conocimiento del amor: ensayos sobre filosofía y literatura (Antonio Machado, 2006).


En sus últimos libros la filósofa se ha centrado en estudiar con gran minuciosidad la importancia de la religión en la cultura, especialmente los problemas religiosos que surgen en las sociedades donde conviven distintas religiones, tanto en India: democracia y violencia religiosa (Paidós, 2009) como en Libertad de conciencia: contra los fanatismos (Tusquets, 2009) o en The New Religious Intolerance: Overcoming the Politics of Fear in an Anxious Age (HUP, 2012), que Paidós editará el año que viene, y que es probable que sea uno de sus libros más polémicos, por su crítica a las políticas europeas en contra del uso público del velo islámico. En el libro sobre la India, Nussbaum declara enfáticamente que “el verdadero choque no es un choque de civilizaciones entre ‘islam’ y ‘Occidente’, sino más bien un choque que tiene lugar en el seno de prácticamente todas las naciones modernas: un choque entre personas dispuestas a convivir con personas diferentes sobre la base del respeto mutuo y aquellas que pretenden alcanzar la protección de la homogeneidad a través del dominio ejercido por una única tradición religiosa y étnica”. En un nivel más profundo, la tesis de este libro es la idea gandhiana de que la verdadera lucha que debe librar la democracia es una lucha en el interior del propio individuo, entre el impulso por dominar y ultrajar al otro, y la disposición para vivir respetuosamente sobre la base de la compasión y la igualdad.

Un servicio público

Nussbaum no olvida nunca el servicio público que debe rendir el filósofo, al menos el de estirpe socrática, el “filósofo compasivo”, como denomina ella a los filósofos de la época helenística, preocupados por atender los problemas del ciudadano; por eso ha reunido en un Philosophical Interventions: Reviews 1986-2011 (OUP, 2012) una gran parte de los artículos que ha escrito durante estos últimos 25 años sobre diversas cuestiones de interés público. “La filosofía debería ser socrática, una actividad compartida, transparente, a la que todo el mundo pueda acceder a partir de un concepto de igualdad. Debería estar alejada de toda oscuridad y autoridad. La tradición con la que simpatizo es la habermasiana, comprometida con la transparencia y con el libre intercambio”, dice en una entrevista incluida al final de Libertad de conciencia: el ataque a la igualdad de respeto (Katz, 2011), un opúsculo que resume su libro homónimo y podría servir de introducción a uno de los filósofos (uso de nuevo el masculino para incluir también a los filósofos varones) más atractivos, claros y perspicaces del panorama actual.


(Artículo de Gabriel Arnaiz para Filosofía Hoy)


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